Estos días hemos tenido de visita a nuestros amigos Marga y Paco de Barcelona. Nos ha hecho mucha ilusión poder pasear con ellos por la ciudad y alrededores, enseñarles nuestros lugares preferidos y presentarles a algunos de nuestros amigos de aquí.
Ahora que estaba ordenando un poco las fotografías que hemos ido haciendo, me doy cuenta de lo mucho que les hemos hecho caminar.... ¡Y es que la vida del turista es muy dura!
Empezamos a patear la ciudad por el centro: Long Street, Goverment Road, los jardines de la compañía... luego cogimos un minibus colectivo en Strand -para mezclarnos con los lugareños y sentir el vértigo del tráfico- hasta Sea Point, donde dimos un largo paseo por la playa. Acabamos la ruta siguiendo el paseo marítimo hasta el Waterfront.
Esa noche cenamos en el Africa Café, que es un restaurante para turistas, pero da lo mismo porque el personal es fantástico, la comida deliciosa, a las chicas nos maquillan y nos dejan guapísimas y, por si esto fuera poco, además te bailan y te tocan los tambores mientras cenas. ¿Alguien da más?
Al día siguiente nos fuimos con Heinz hasta la ciudad de Stellenbosh y Franschoek. Stellenbosh es la segunda población fundaba por los europeos en el Cabo y conserva perfectamente su aire colonial. Franschoek, el rincón de los franceses, es decir los refugiados hugonotes que a finales del s. XVII introdujeron la sabiduría francesa para hacer el vino. La tradición ha continuado hasta nuestros días y los vinos suráfricanos son excelentes. En la zona visitamos una de las bodegas más antiguas: Boschendal.
Aquí estamos en otoño, así que la viñas tenían este aspecto tan hermoso a la caída de la tarde.
Nos tomamos unas copitas y nos bebimos unos quesos para acompañar, no queríamos salir haciendo eses. ¡Qué bueno estaba todo!
El domingo decidimos ir hasta el Cabo de Buena Esperanza y paramos en Simonstown. Es un pueblecito precioso donde hay una colonia de pingüinos.
Cuando llegamos a la Punta del Cabo y empezamos a subir hasta el faro, la niebla cubría todo, pero a medida que ascendíamos se fue despejando. Aquello fue un festival de nubes.
El lunes subimos hasta lo alto de Table Mountain, pero esta vez no a pie, sino en teleférico. También había niebla y la visibilidad no era muy buena, aún así tuvimos el regalo de algunas vistas espectaculares.
A la 1 habíamos quedado con nuestro amigo Bui y nos fuimos a Langa y a Gugulethu. Visitar Cape town no es solo el Waterfront y Table Mountain, merece la pena darse un paseo por alguna township. Es mejor ir con alguien que lo conozca y no ir de noche, pero es seguro si vas de día o si te apuntas a alguna excursión.
En las townships hay zonas realmente pobres, casas hechas con cajas y latón, pero hay otras zonas que están un poco mejor y también hay escuelas y polideportivos, bares, tiendas y, sobre todo, mucha vida en las calles.
En Gugulethu comimos, en un sitio bastante popular: Mzolis. Primero pasas por la carnicería eliges la pieza que quieres y luego te la hacen a la brasa. Te sirven en un bol donde todo el mundo come con los dedos y comparte la comida. Estaba delicioso y, la verdad, comer carne con los dedos es un placer de dioses.
El martes era el último día que nuestros amigos estaban en Cape Town así que no era cosa de perder el tiempo. Les llevamos a Kirstenbosh, el jardín botánico, lucía así de bonito y melancólico.
¡Pero no habían visto el Bo-Kaap! El barrio malayo es un pequeño laberinto de casas de colores. Pillamos un taxi y corriendo para allá.
La tarde terminó en mi casa tocando la mbira, allí nos esperaban otros amigos y mi profesor de mbira, Tichafa Gotora, que además nos regaló unos cuantos cuentos shona.
Marga y Paco han continuado su viaje por la Garden Route y nosotros seguimos con nuestra vida diaria aquí, pero, sabéis, nos ha encantado poder enseñar esta que también consideramos nuestra casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario