Hace un par de meses que no escribo nada en el blog. Jose y yo estuvimos en España. Jose solo por tres semanas, luego se volvió a Ciudad del Cabo, y yo me quedé hasta finales de julio. Tenía algo de trabajo allí y además quería pasar tiempo con mi familia.
Esto de tener varios hogares desperdigados por el mundo tiene sus cosas buenas y sus cosas malas.
Entre las cosas buenas está que te sientes igual de feliz tomando horchata que cerveza de jenjibre. Te entra la misma felicidad al ver el Pisuerga, la Sagrada Familia o Table Mountain.
Entre las cosas malas puedo decir que a veces la sensación de desorientación es grande. Aunque no estoy segura que preguntas tipo: ¿Dónde estoy? o ¿Qué estaba yo buscando?... tengan más fácil respuesta sin moverse nunca del sitio.
Esta entrada va de "mundos". Hay una tienda en Barcelona a la que yo llamo "la tienda de los mundos", venden bolas del mundo de todos los tamaños y colores. Si pasas por delante del escaparate por la noche, algunas bolas están iluminadas y parece que te has asomado a una especie de ventana galáctica. Fuera del tiempo. Fuera del espacio.
En las películas de ciencia ficción sale muchas veces lo de la teletransportación: viajar de un lugar en una fracción de segundo porque la distancia no existe.
El domingo alquilamos una película muy sugerente: Another Earth. Es una película americana dirigida por Mike Cahill que ganó el festival de Sundance el año pasado y que se estrenó en el festival de Sitges con bastante éxito. Os la recomendamos.
Another Earth gira en torno a la idea de que se descubre otro planeta exactamente igual a la tierra, con una réplica también de sus habitantes. Si miras al cielo puedes verla allá arriba, tu propio planeta con otro ser exactamente igual que tú, tal vez cometiendo los mismos errores y los mismos aciertos. ¿Hay posibilidad de cambiar algo? ¿Qué le dirías a ese otro ser que eres tú mismo?
Mirar la tierra desde fuera está muy bien. Mirarnos desde fuera a nosotros mismos también. El viaje entre exterior e interior es enorme, pero solo tenemos que cerrar los ojos y ya hemos llegado. Eso sí, el viaje hay que realizarlo, no basta con soñarlo.
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