viernes, 15 de abril de 2011

CENTRAL LIBRARY



La primera vez que fui a la Central Library de Ciudad del Cabo sentí un inequívoco cosquilleo en el estómago y la excitación característica de aquel al que le sueltan en un parque de atracciones.

Estaba a la puerta de una fabrica con escaleras que comunican varios pisos entre sí y libros, libros, libros. Como para todos los "lletraferits", enfermos de los libros, eso es una visión directa del paraíso.



Lo primero que hice fue pasearme literalmente por todos los pasillos de la planta baja, ni siquiera leía las secciones, mucho menos los lomos de los libros, me bastaba con husmear el ambiente.

Al cabo de un rato descubrí que toda la planta baja del edificio era la "sección infantil": libros ilustrados, cuentos, enciclopedias con muchos colores, libros llamativos en los 11 idiomas oficiales de Suráfrica (afrikaans, inglés, ndebele, sotho del norte, sesotho, swati, tsonga, tswana, venda, xhosa y zulú).

Sillas y mesas pequeñas de colores se agrupaban cerca de las estanterías. Todo estaba vacio. Era media mañana de un día de diario, los niños estaban en el cole. Me senté y cogí varios libros de cuentos, leí sin levantar la cabeza y en silencio durante una hora y media.

Cuando me marché el día era luminoso y sabía que había descubierto un lugar donde refugiarme, la cueva de Alí Babá.

He vuelto muchas veces después de esa primera vez. Aún no tengo el carnet porque siempre se me olvida algún papel, el pasaporte o son ellos que no tienen tarjetas para hacerme en ese momento socia de la biblioteca. Es igual; lo que me gusta es ir allí y sentarme entre los libros, leer a mi antojo y sin ningún orden, a ver qué cae.

En Sudáfrica la gente es cálida y ruidosa, sobre todo, los adolescentes, y la biblioteca por la mañana está llena de ellos. Ocupan unas mesas grandes y se ponen a hacer sus trabajos y susurrar, cuando no hablar en voz alta o les da la risa tonta de los quince años. Pero en la parte de abajo, en la sala infantil, no hay nadie. Está vacía a la hora a la que suelo ir. Allí estaba yo un día, levantando la cabeza de vez en cuando con sonrisa beatífica hasta que apareció una de esas bibliotecarias de tebeo con sus gafas de pasta y su pelo canoso, una abuelita de los cuentos que amablemente me dijo que yo no podía estar ahí. "Este espacio es para los niños. Tú tienes que ir a las salas de arriba".

¡Me fui! ¿Por qué me fui? Supongo que me dejó noqueada. La sala estaba vacía, pero las normas son las normas. De ese modo descubrí otros lugares de la biblioteca, y con el tiempo puedo decir que he compartido mesa con adolescentes de instituto, con estudiantes universitarios, con amas de casa y otros visitantes ocasionales.

Supongo que la disposición de los libros en las estanterías responde a un orden interno, pero ¿cuál es? A simple vista, y después de varias visitas, me sigue desconcertando; lo cual, por otro lado, me encanta.

En mi estantería preferida tenemos títulos variados, así empiezas a mirar los lomos de los libros y te encuentras:

African Tales (Cuentos africanos)

Myths to live... (Mitos para vivir)

Djinns, Stars and Warriors (genios, estrellas y guerreros)

The Etiquette Edge. The unspoken rules for bussines success (Al borde de la etiqueta. Las reglas no dichas para el éxito en los negocios)

The office survival guide. Surefire techniques for Dealing with challenging people and situations. (Guía para sobrevivir en la oficina. Técnicas infalibles para tratar con gente y situaciones desafiantes).

Volví a releer con cierto desconcierto y me reí. Sin solución de continuidad, compartiendo el mismo espacio tenemos: el mundo de la empresa y del éxito en los negocios con los mitos, cuentos y leyendas.

¿Es una broma de algún bibliotecario? ¿Mensaje oculto? ¿El mundo de los negocios es un cuento? ¿Los cuentos son un negocio?

Profundizando en el tema, llegué a la conclusión de que, obviamente, los hombres de empresa necesitan los mitos para superar las tormentas económicas y los oficinistas, como yo he sido, necesitan el poder de las historias para convertirse en guerreros capaces de afrontar el día a día.

También los cuentistas necesitamos creer que el éxito está al alcance de la mano, que no es una frontera inalcanzable sino un objetivo a cumplir.

Mi estantería preferida termina abruptamente, pero aún hay espacio para más libros.

Tal vez sería adecuado continuar con un tono más filosófico, con títulos tipo: ¿Qué es el éxito?

O tal vez sería mejor poner los pies en la tierra y rellenar hueco con libros de ingeniería, tipo: cómo montar motores, reparar averías y otras estrategias para conseguir que la cosa funcione.

2 comentarios:

  1. me lo he pasado tremendamente bien leyendo este relato de la bilioteca! que lujazo de lectura... me encanta el final que descuble el insondable designio que ordena los temas en los estantes....
    gracias por seguir publicando... me siento en Sudáfrica!!!

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  2. Hola Harmo!

    Me alegro de que te lo hayas pasado bien con la entrada.

    Por supuesto seguiremos escribiendo y contando cosas, sobre todo con mensajes tan entregados como el tuyo.

    Un abrazo!!!

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