miércoles, 25 de mayo de 2011

CUENTOS QUE VIAJAN CON EL VIENTO



El viernes pasado tuvimos una sesión de cuentos muy especial en La Casa Escuela del Español en Ciudad del Cabo. Jose contaba en inglés y yo en español. Dos voces, dos lenguas, la misma historia, o casi.



Lo fantástico del momento fue que allí nos encontramos un montón de personas con una lengua común. Había argentinos, catalanes, murcianos, vascos, italianos, alemanes y, por supuesto, sudafricanos, que por un motivo u otro tenían el español como lugar común. Había gente que solo hablaba inglés, de esos que te dicen "los españoles habláis muy rápido, pero me gusta porque es muy musical" Ja, ¡cómo que ellos no hablan rápido ni nada!

En fin, me sentía en casa y fuera de casa al mismo tiempo. El mejor lugar para estar: a caballo entre el terruño y el gran mundo.

El evento era a las 6.30 pm para las 7 pm. Eso es una forma muy sudafricana de decir: id llegando a las 6.30 y así a las 7 seguro que podremos empezar. Práctico, ¿no? Para que la gente no estuviera allí plantada sin nada que hacer, junto con la entrada dimos una vasito de sangría.

Yo estaba un poco acatarrada y mi voz no estaba en sus mejores momentos, pero dicho sea de paso me soné las narices antes de empezar y me tragué un par de caramelos de menta. Aquello tenía que funcionar sí o sí.

Desde el principio la gente estaba con nosotros. Lo podías ver. Lo podías sentir. No era sólo que quisieran divertirse, querían volar. Habían comprado un billete para viajar a través de la palabra a otras tierras, tanto daba si eran los hielos de Alaska o la antigua china.

Cuando te encuentras un público así, entregado desde el principio, da un poco de miedo. Igual les pasa a otros narradores también, pero a mí me gustaría estar en otra parte, lejos, o tal vez sentado entre ellos escuchando, pero no delante. Eso viene a durar dos segundos, hasta que empieza la historia. Entonces, por suerte, puedes olvidarte de tí mismo. La historia va llegando, va trasladándose hacía ellos y cobrando vida. Estoy convencida de que en esos momentos se podrían medir las ondas de energía y sería asombroso si se pudieran almacenar y aprovechar los recursos generados para las horas bajas, cuando uno no tiene ganas de nada.

Durante la contada no hay espacio más que para el presente, el aquí y el ahora, si la cosa va bien todos: los oyentes y el narrador, habitamos el mismo presente, formamos parte del mismo Todo. Cuando acaba, queda el vacío, pero el vacío está lleno y no hay ninguna contradicción en esto.

No se trata de filosofía mística, es tan real como respirar, pero pocas veces se dan las circunstancias para ser conscientes de ello.

La suerte del narrador es que si la cosa ha ido bien el público te da las gracias; si ha ido mal no suelen tirar tomates, pero también lo notas.

Lo justo es que el narrador también de las gracias. Si es de verdad, uno ha recibido una gran lección de humildad: no hay historia sin voz y sin oídos.

jueves, 19 de mayo de 2011

De turismo por Cape Town

Estos días hemos tenido de visita a nuestros amigos Marga y Paco de Barcelona. Nos ha hecho mucha ilusión poder pasear con ellos por la ciudad y alrededores, enseñarles nuestros lugares preferidos y presentarles a algunos de nuestros amigos de aquí.

Ahora que estaba ordenando un poco las fotografías que hemos ido haciendo, me doy cuenta de lo mucho que les hemos hecho caminar.... ¡Y es que la vida del turista es muy dura!

Empezamos a patear la ciudad por el centro: Long Street, Goverment Road, los jardines de la compañía... luego cogimos un minibus colectivo en Strand -para mezclarnos con los lugareños y sentir el vértigo del tráfico- hasta Sea Point, donde dimos un largo paseo por la playa. Acabamos la ruta siguiendo el paseo marítimo hasta el Waterfront.

Esa noche cenamos en el Africa Café, que es un restaurante para turistas, pero da lo mismo porque el personal es fantástico, la comida deliciosa, a las chicas nos maquillan y nos dejan guapísimas y, por si esto fuera poco, además te bailan y te tocan los tambores mientras cenas. ¿Alguien da más?

Al día siguiente nos fuimos con Heinz hasta la ciudad de Stellenbosh y Franschoek. Stellenbosh es la segunda población fundaba por los europeos en el Cabo y conserva perfectamente su aire colonial. Franschoek, el rincón de los franceses, es decir los refugiados hugonotes que a finales del s. XVII introdujeron la sabiduría francesa para hacer el vino. La tradición ha continuado hasta nuestros días y los vinos suráfricanos son excelentes. En la zona visitamos una de las bodegas más antiguas: Boschendal.

Aquí estamos en otoño, así que la viñas tenían este aspecto tan hermoso a la caída de la tarde.



Nos tomamos unas copitas y nos bebimos unos quesos para acompañar, no queríamos salir haciendo eses. ¡Qué bueno estaba todo!



El domingo decidimos ir hasta el Cabo de Buena Esperanza y paramos en Simonstown. Es un pueblecito precioso donde hay una colonia de pingüinos.





Cuando llegamos a la Punta del Cabo y empezamos a subir hasta el faro, la niebla cubría todo, pero a medida que ascendíamos se fue despejando. Aquello fue un festival de nubes.



El lunes subimos hasta lo alto de Table Mountain, pero esta vez no a pie, sino en teleférico. También había niebla y la visibilidad no era muy buena, aún así tuvimos el regalo de algunas vistas espectaculares.



A la 1 habíamos quedado con nuestro amigo Bui y nos fuimos a Langa y a Gugulethu. Visitar Cape town no es solo el Waterfront y Table Mountain, merece la pena darse un paseo por alguna township. Es mejor ir con alguien que lo conozca y no ir de noche, pero es seguro si vas de día o si te apuntas a alguna excursión.

En las townships hay zonas realmente pobres, casas hechas con cajas y latón, pero hay otras zonas que están un poco mejor y también hay escuelas y polideportivos, bares, tiendas y, sobre todo, mucha vida en las calles.

En Gugulethu comimos, en un sitio bastante popular: Mzolis. Primero pasas por la carnicería eliges la pieza que quieres y luego te la hacen a la brasa. Te sirven en un bol donde todo el mundo come con los dedos y comparte la comida. Estaba delicioso y, la verdad, comer carne con los dedos es un placer de dioses.



El martes era el último día que nuestros amigos estaban en Cape Town así que no era cosa de perder el tiempo. Les llevamos a Kirstenbosh, el jardín botánico, lucía así de bonito y melancólico.



¡Pero no habían visto el Bo-Kaap! El barrio malayo es un pequeño laberinto de casas de colores. Pillamos un taxi y corriendo para allá.



La tarde terminó en mi casa tocando la mbira, allí nos esperaban otros amigos y mi profesor de mbira, Tichafa Gotora, que además nos regaló unos cuantos cuentos shona.

Marga y Paco han continuado su viaje por la Garden Route y nosotros seguimos con nuestra vida diaria aquí, pero, sabéis, nos ha encantado poder enseñar esta que también consideramos nuestra casa.

miércoles, 4 de mayo de 2011

EL FESTIVAL DEL CEDERBERG

El fin de semana pasado estuvimos en Clanwillian para el Festival del Cederberg 2011.

Teníamos allí dos sesiones de nuestra Liana de los cuentos. En esta ocasión llevábamos todo cuentos africanos y objetos realmente bonitos comprados aquí y allí en mercadillos, o regalados por amigos. Incluso la cesta donde guardamos la liana, "en la que caben todas las historias del mundo", es de Burkina Faso y tiene el borde lleno de cauríes.

El lugar donde contamos se llamaba Yelow Aloe, el Aloe amarillo. Es un sitio con un jardín precioso, incluso hay un árbol con objetos colgados de las ramas. ¿La liana de otro narrador? Seguro que cada objeto tenía una historia, aunque nosotros solo pudimos jugar a adivinarla.



Lo mejor de todas formas fue el ambientillo que se respiraba en la calle. El sábado hubo un concurso de Reel Dance. Es la música que nos acompañó durante parte de nuestro viaje por el Karoo.

Es un baile muy popular entre los llamados "coloured" (la comunidad de ascendencia khoi y bosquimana) y nos encanta. Hace unos años David Kramer realizó un viaje por las tierras del Karoo buscando músicos tradicionales y luego hicieron un disco y varios conciertos apoteósicos. El disco se llama Karoo kitaar blues.



Tomaros un par de minutos para ver la web http://www.davidkramer.co.za/karoo.htm. Desde aquí incluso podeis ver y disfrutar el mágico sonido de músicos como Hannes Coetzee que toca los acordes de la guitarra con una cuchara en la boca y crea un sonido increíble.

¡Y por la calle principal de Clanwillian desfilaron las majorettes! ¿Os acordáis? Cuando eramos pequeños eran muy populares en España, pero ahora hace mil años que no las veo.



Entre todo el batiburrillo de músicas, comidas y puestecillos con globos, pendientes, ropa, bolsas, etc también estaban los que poseen la llave para la salvación del mundo.



Ya alejados del mundanal ruido, se nos concedió el lujo de visitar varios abrigos rupestres de la mano de nuestro amigo y arqueólogo John Parkington, en compañía de su mujer Sandy, de su hija Alice y su amiga Sandra.

El rupestre es un arte en relación con el paisaje. No puedes sentir lo mismo cuando lo ves en un museo. Tienes que estar allí, en la cueva o en la colina de las doleritas para sentirte a medio camino entre el cielo y la tierra.

Cuando vimos esta figura alargada, saludando con la mano, fue como si la sombra de nuestros antepasados nos hiciera señas desde el otro lado, más allá del tiempo y del espacio.