jueves, 14 de julio de 2011

Celebrando el lugar donde vivimos

Ayer conocimos a Gordon MacLellan, contador de historias y educador medioambiental. Nuestra amiga Wendy, que en cierto modo se dedica un poco a lo mismo que Gordon, nos le presentó y cenamos en su casa, contamos historias, bebimos vino, algunos construyeron objetos con corchos y palillos, otros tocamos la mbira...

Wendy y Gordon trabajan enseñando a la gente a apreciar la naturaleza y lo que la rodea. Hoy en día es un trabajo importante, sobre todo para los que normalmente vivimos en la ciudad y poco menos que pensamos que la leche sale directamente del frigorífico.

Gordon ha venido desde Derbyshire, Reino Unido, para dar unos talleres en distintas ciudades Sudafricanas. Hoy he tenido la suerte de participar en lo que él llama: Celebrar el lugar donde vivimos, que en este caso son los jardines que rodean Goverment Road.

La idea de sentir el lugar donde estamos como algo especial, simplemente por el hecho de que vivimos en él, me parece genial. Es simple, pero no solemos hacerlo. Habitamos el espacio sin detenernos un segundo a mirarlo, saborearlo, olerlo u oírlo. Generalmente la excusa es que no tenemos tiempo, pero la verdad es que ni siquiera lo buscamos. Eso nos obligaría a dejar de caminar, incluso de correr.

Hoy me lo permití. Acepté el reto y me junte a un grupo de estudiantes de Arte.

Sentados en las escaleras que conducen a la National Gallery eran las 10 de la mañana y el sol empezaba a calentar. Los ibis picoteaban buscando gusanos debajo de la tierra, los árboles mostraban sus hojas marrones, amarillas o verdes, algunos sus ramas desnudas...

Primer reto: mirar al suelo y buscar lo que pudiéramos reutilizar para construir un habitante del paisaje.



Al cabo de media hora, teníamos nuestro propio animalario: una mujer rama que se pasea por los jardínes, una bestia asesina envuelta en cáscara de mandarina o un gusano que un día supo que podía volar.



Segundo reto: sentir tu lugar especial. Ese huequito sobre la hierba, la sombra de aquel árbol o el banco escondido que te está llamando.

Mirar por encima de la punta de tus dedos. Buscar a través de tu propio mapa corporal: las rayas de la mano, la identificación con el paisaje. Jugar a que tu raya de la vida coincide exactamente con la curvatura del tronco de aquel árbol...

Tercer reto: crear un libro. Contar un cuento. La historia animada de lo que encuentras.

¡Y la gente lo hizo!



Yo necesité un montón de palabras para crear mi cuento. Escribía y escribía, mientras otros recortaban, buscaban y pegaban. ¡Madre mía, cuantas palabras dejé en el camino porque no cabían en las hojas diminutas de mi pequeño libro de 9x11cm!

Si os digo la verdad, disfruté mucho esta mañana, pero sobre todo me di cuenta de que no hace falta hablar tanto, escribir tanto. Hay contadores de historias que escuchan y miran más que hablan. Igual están en una escala más evolucionada de la especie de cuentistas.

2 comentarios:

  1. ¡Eh, eso suena a Jorge Zentner! ¿Quién es ese Gordon y qué le ha hecho a nuestro Jorge?

    Me dio mucha pena no poder coincidir con vosotros cuando estuvisteis en Barcelona. El mes de junio ha sido excepcionalmente liado. :-(

    ¿Cuándo volvéis?

    Muchos besos y más abrazos,

    Juanma. :-****

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  2. Desde luego podrían muy bien ser amiguitos Jorge y Gordon :-)

    Respecto a Jorge creo que sigue por su cuenta evolucionando y dando talleres. ¡Igual en una de esas podríamos repetir!

    Lástima no habernos podido ver, sí, pero en Navidades encontramos un hueco seguro.

    Besos gordos
    Helena

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