miércoles, 21 de septiembre de 2011

Leyendo el periódico de 1883

Estos días hemos estado en la Africana Library de Kimberley porque Jose tenía que hacer investigaciones de archivo y aquí hay buen material.

Un poco para ayudarle, pero también por curiosidad personal, me he dejado atrapar por la lectura de uno de los periódicos más leídos de su época: el Diamond fields advertiser.



Entre enero y junio de 1883 ¿qué es lo que pasaba en Kimberley? ¿Cómo era la ciudad?

El aspecto debía de ser algo así como podéis ver en la foto.



Se trata de una reconstrucción de la ciudad en torno a la atracción turística que es el Big Hole.

En el Diamond fields advertiser podemos leer los nombres de los huéspedes que se alojaban en los hoteles más importantes, los viajeros que llegaban en los carruajes o los que acababan de abandonar la ciudad. Los resultados del cricket. Recompensas a quién entregara caballos robados o vendidos. Demandas y ofertas de trabajo: cochero, vendedor, oficinista, señora para hacerse cargo de la casa y el cuidado de niños… eran los más populares. Pero también había ofertas interesantes, como la que buscaba cubrir la vacante de encargado y secretario de la biblioteca pública; por cierto, el sueldo no estaba mal: 300 libras al año.

Un artículo con el titular: The murder of a little girl captó rápidamente mi atención. Una niña de tres años apareció “nadando en un baño de sangre” sobre el colchón de su cama. El asesino le había abierto el cuello de oreja a oreja y había dejado el cuchillo ensangrentado envuelto en la colcha. ¿Quién pudo hacer algo así? Parece que el culpable, según el artículo, podía ser un “nativo” que entró por la ventana. La niña, aunque no se dice, debía de ser blanca. No se apunta el posible motivo del asesinato, pero se dice que el padre de la víctima solía beber demasiado, aunque esa noche estaba sobrio. La policía abrió una investigación del caso.

Tan solo una semana después, la hermanastra de la víctima apunta que el padre además de beber, solía pegar a todos sus hijos, especialmente a la niña pequeña.

Quince días después, una vecina confiesa que al atardecer oyó unos gritos desgarradores procedentes de la casa. Pegó la oreja a la pared hasta que, tras un pequeño intervalo, los gritos dejaron de oírse. No había dicho nada antes, pero ahora su corazón ya no podía soportar la pena.

La policía comprobó que a esa hora el padre de la niña estaba borracho y era el único que estaba en la casa. Caso cerrado.

La vida en Kimberley, tierra de frontera, a finales de 1800 debía de ser emocionante, aunque peligrosa. Había bastantes asesinatos, se relatan hallazgos de cuerpos con orejas cortadas o acuchillados. Incluso leí el típico caso de película, en el que dos tipos jugando a las cartas se enzarzaron en una pelea con arma blanca y uno acabó cargándose al otro.

También se producían accidentes ocasionales relacionados con armas de fuego. El más divertido ocurrió en el Teatro Real durante una representación. La actriz principal tenía que coger una pistola y disparar. El arma debía de estar mal cargada porque se produjo una pequeña explosión que le hirió en la mano, pero ella consiguió terminar de recitar su papel y salió de escena donde pudo ser debidamente atendida. Se informaba gentilmente al lector de que la actriz estaría posiblemente recuperada para la función benéfica del domingo. Ya sabéis, el show debe continuar…

Se daban muchos casos de insultos y agresiones en la calle que eran juzgados y sentenciados con el pago de una multa o con el equivalente a un tiempo de trabajos forzados.

Los artículos no estaban firmados, incluso en las cartas al editor a veces se firmaban con seudónimos del tipo “un demócrata”.

El tono de los artículos varía, son truculentos y dan la mar de detalles siniestros en los casos de violencia, pero también a veces se deja ver un tono moralista.

Me encanta este:



Un pobre señor con una fuerte neuralgia se toma por error un frasco que contenía una loción para uso externo y que resulta ser venenosa. Por suerte, el médico consigue salvarle, pero el artículo cierra con el consejo: “This should be a warning to patients to be careful in taking physic, and not to take external remedies internally”. Advertencia que, por otro lado, no dejan de hacernos los médicos y farmacéuticos hoy en día.

También es genial el artículo del ladrón que está robando en un comercio cerrado y es sorprendido por un paseante que empieza a increparle. El tipo se asusta y sale corriendo, pero se cae y se rompe la pierna en la huida. Le llevan al hospital para curarle, y el comentario final del artículo es que, mientras se recupera, igual aprovecha el tiempo para redimirse de la precaria y enloquecida vida que lleva: “He was removed to the Gaol Hospital where, it is to be hoped, he will meditate upon his folly and lead a less precarious life in the future”.



En los periódicos es habitual también leer relatos de accidentes en las minas de diamantes, incendios, carruajes que vuelcan o caballos desbocados, robo y venta ilícita de diamantes. Sorprendentes y curiosas historias, como la de una mujer que salió a recoger unos huevos de un ave doméstica y se encontró con una cobra. Se asustó tanto que se metió en casa y cerró la puerta, pero se olvidó a su bebé fuera. Un vecino providencial pasó por allí en ese momento y consiguió cargarse a la serpiente.

Me ha impresionado el gran número de suicidios que se cuentan, casi siempre usando ácido prúsico. A menudo dejaban una carta detrás explicando los motivos: cuestiones de honor, ruina, chantaje.

¡Incluso los anuncios son interesantes!

Algunos vienen con mucha prosa.



Un párrafo de seis líneas para describir lo qué es absurdo y enlazar con que absurdo es vender a precios ridículos los estupendos muebles que se ofrecen.

Muy frecuente era repetir lo mismo dos veces para llamar la atención del lector, tipo: “Books! Books!” o “Beds. Beds.”

Este se lleva la palma de la duplicación y de la literatura, más que un anuncio es una advertencia:



Al final se lee, en traducción libre: “A partir de ahora no me responsabilizo si alguna persona entra en mi propiedad, a no ser que sea con mi permiso y por la PUERTA PRINCIPAL. Tengo SALVAJES –pero buenos- PERROS para proteger mi propiedad.”

A parte de la literatura y la duplicación, los publicistas jugaban con la tipografía, la disposición y el cuerpo de la letra, usando negritas o cursivas, para crear auténticos poemas visuales.







En fin, espero que os hayáis divertido con la entrada, para mí fue maravilloso sumergirme en el mundo de 1883. De hecho, me ha gustado tanto que voy a ver si escribo algo sobre un circo que estuvo en Kimberley entre abril y mayo de ese año, a través del periódico se pueden seguir sus aventuras.

Seguiremos informando…

2 comentarios:

  1. QUe delicia!!! Quien te hubira tenido en sudáfrica cuando estaba escribiendo el guión.... son notas de la vida cotidiana muy inspiradoras y que podrian haber enriquecido muchísimo el guión!!! Pero siempre estamos a tiempo.. tu sigue documentando la vida cotidiana, que es fascinante!

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  2. Ya me gustaría a mí haber estado en aquel entonces!

    De todas formas, me encantaría hacerte de documentalista en alguna ocasión :-))) Ahí queda eso...

    Besos
    Helena

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